miércoles, 24 de febrero de 2010

Mi tarea 2 (El país de mi infancia)

Otra vez por estos rumbos. Ya lo sé: siglos sin escribir. Pero, en cierta medida no es mi culpa, aunque aveces si, je.

Andy me regaña por no escribir nada, así que, por lo menos les dejo mi tarea:

Existe el punto en el que mis recuerdos dejan de ser difusos para convertirse en pequeñas manchas en el tiempo, casi indescifrables a simple vista para otros, pero completamente entendibles para mi.

Recuerdo que no había cosa más placentera en la vida que sentarse en el sillón por horas a ver películas de Disney, comiendo dulces y repitiendo los diálogos una y otra ves. Las noticias eran cosas para adultos, ni por error verlas cinco minutos, aunque sin duda alguna escuchaba a mis padres preocupados por el nuevo cambio de administración del país, “si gana el PAN, seguramente habrá recorte de personal”, “como sea, mi voto tiene que ser para el PRI, esa fue la orden en la oficina”, eran comentarios constantes de mi padre.

Imperdonable no haber visto de que participante del público se burlaba “Chabelo” los domingos. Pero ese domingo estaba planeado visitar a la madre de mi abuelo. Como toda una nieta consentida dormía en casa de mis abuelos, así que ese día nos levantamos y alistamos muy temprano. Todo el camino fui asomada por la ventana haciendo preguntas sin sentido, la paciencia de mis abuelos alcanzó para contestar cada una de ellas.

Bajamos a dos calles de la casa de la madre de mi abuelo, ellos platicaban mientras cada uno sostenía una de mis manos. De pronto, alguien me jaló por la cintura e intento arrebatarme de mis abuelos. Es aquí cuando los recuerdos se tornan más obscuros, veo a mi abuela sosteniéndome muy fuerte, mientras grita y suelta golpes al aire, veo a mi abuelo peleando con el hombre de cara borrosa, me escucho gritar, y veo gente que empieza a correr hacia nosotros.

Lo que pasó después no lo recuerdo, se por mis abuelos que esa gente que corrió hacia nosotros golpeo al hombre de la cara borrosa, lograron detenerlo. Después, recuerdo estar en un cuarto o algo parecido en una delegación, donde un señor me preguntaba si conocía a mi abuelo, por supuesto que lo conocía, “¡es mi abuelo!”, le grité.

El salir a la calle se convirtió en una verdadera pesadilla, necesitaba de por lo menos tres adultos para sentirme segura, el departamento de mis padres me resultaba muy inseguro, y en un intento por hacerme regresar, mi papá mando enrejar las ventanas, pero ni eso lo logró. Me desesperaba ver a otros niños correr por la calle, necesitaba ver que alguien los tomara de la mano, mi abuela desde entonces no sale sola con niños a la calle, tuvimos que cambiar el número del teléfono por los constantes ataques. No estaba conciente de la situación en la que se encontraba el país, pero para mí, era una completa amenaza.


¡Feliz día del poeta!